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Página 7

El Boletín Islámico

Edición 19

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Esta es la historia de un buscador de la verdad, la

historia de Salman el persa, obtenida de sus propias

palabras:

Crecí en la ciudad de Isfahan en Persia, en la aldea de Jayyan. Mi padre

era el Dihqan o jefe de la aldea. Él era la persona más rica y tenía la casa

más grande.

Desde que era niño mi padre me amaba, más que a nada. Con el tiempo su amor

por mí se hizo tan fuerte y abrumador que temía perderme o que algo me

ocurriera.

Así que me mantuvo en casa, como un verdadero prisionero, de la misma forma

que mantenían a las doncellas jóvenes.

Me aficione a la religión de los Magos tanto que alcancé la posición de custodio

del fuego al que adorábamos.

Mi deber era ver que las llamas del fuego permanecieran ardiendo y que no

saliera ni una sola hora, ya fuera el día o la noche.

Mi padre poseía una extensa propiedad que producía abundantes cosechas.

Él mismo cuidaba de la hacienda y la cosecha. Un día estaba muy ocupado

con sus deberes como dihqan en la aldea y me dijo: "Hijo mío, como ves,

estoy demasiado ocupado para salir a la hacienda ahora. Ve y cuida las cosas

por mi hoy."

En mi camino a la finca, pasé por una iglesia cristiana y las voces en oración

atrajeron mi atención. No sabía nada sobre el cristianismo ni sobre los seguidores

de ninguna otra religión en el tiempo que mi padre me mantuvo en la casa alejado

de la gente.

Cuando oí las voces de los cristianos, entré en la iglesia para ver lo que

estaban haciendo. Quede impactado por su forma de orar y me sentí atraído

por su religión.

“Por Dios,” dije, esta es mejor que la nuestra. No los dejaré hasta que se

ponga el sol.

Les pregunté y me dijeron que la religión cristiana se originó en AshSham (Gran

Siria). No fui a la hacienda de mi padre ese día y por la noche, volví a casa.

Mi padre me encontró y me preguntó qué había hecho.

Le conté sobre mi encuentro con los cristianos y cómo quedé impresionado por

su religión. Estaba consternado y dijo: "Hijo mío, no hay nada bueno en esa

religión. Tu religión y la religión de tus antepasados es mejor.

“No, su religión es mejor que la nuestra,” insistí.

Mi padre se molestó y temió que yo abandonará nuestra religión. Así que

me mantuvo encerrado en la casa y me puso una cadena en los pies. Sin

embargo, me las arreglé para enviarles un mensaje a los cristianos

pidiéndoles que me informasen de cualquier caravana que se dirigiera hacia

Siria.

En poco tiempo se pusieron en contacto conmigo y me dijeron que una

caravana se dirigía a Siria.

Logré desatarme y furtivamente acompañe la caravana a Siria.

Allí, pregunté quién era la persona principal en la religión cristiana y fui

dirigido al obispo de la iglesia.

Me acerqué a él y le dije: "Quiero ser cristiano y quisiera unirme a tu servicio,

aprender de ti y orar contigo."

El obispo estuvo de acuerdo y entré en la iglesia a su servicio.

Sin embargo, pronto descubrí, que el hombre era corrupto. Él le ordenaba a sus

seguidores a dar dinero en caridad, mientras les prometía bendiciones.

Sin embargo, cuando daban algo para gastar en el camino de Dios, lo atesoraba

y no daba nada a los pobres o necesitados.

De esta manera acumuló una gran cantidad de oro.

Cuando el obispo murió y los cristianos se reunieron para enterrarlo, les conté

de sus prácticas corruptas y, a su solicitud, les mostré donde guardaba las

donaciones.

Cuando vieron los grandes frascos llenos de oro y plata, dijeron. "Por Dios, no

le enterraremos." Lo clavaron en una cruz y le arrojaron piedras.

Yo continué al servicio de la persona que lo reemplazó. El nuevo obispo era un

asceta que anhelaba el más allá y se dedicaba al culto noche y día.

Estuve muy dedicado a él y pasé mucho tiempo en su compañía.

(Después de su muerte, Salman se unió a varias figuras religiosas cristianas, en

Mosul, Nisibis y otros lugares.

El último le había contado sobre la aparición de un Profeta en la tierra de los

árabes, quien tenía una reputación de honradez estricta, quien aceptaría un

regalo pero nunca consumiría una caridad (sadaqah). Salman continúa su

historia)

Un grupo de líderes árabes de la tribu Kalb pasó a través de Ammuriyah y les

pedí que me llevaran con ellos a la tierra de los árabes a cambio de cualquier

dinero que tuviera. Ellos estuvieron de acuerdo y yo les pagué. Cuando

llegamos a Wadi al-Qura (un lugar entre Madinah y Siria), rompieron su

acuerdo y me vendieron a un judío.