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Capítulo -2
Dijeron: '¡Sí, hay dos hombres más que dijeron lo mismo que tú y les ha dicho el
Profeta, Allah le bendiga y le dé paz, lo mismo que a ti!'
Pregunté: '¿Quiénes son?'
Dijeron: 'Murara Ibn Rabía Al Arnrí y Hilal Ibn Umeya Al Waqifí.'
Dijo Kaab: 'Me mencionaron dos hombres rectos y ejemplares que estuvieron
presentes en la batalla de Badr.'
Y el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz, prohibió que nos hablaran sólo
a los tres de entre todos los que se ausentaron de la campaña de Tabuk sin excusa
aparente.
La gente se alejó de nosotros y todos cambiaron hasta tal punto que cambió para
mí la Tierra. Pues ya no era la misma que yo conocía.
Permanecimos así cincuenta noches. En cuanto a mis dos compañeros, fueron a
recluirse en sus casas humillados y llorando. Y en cuanto a mí, yo era el más joven de
todos y el más fuerte. Salía para hacer la oración con los musulmanes y para dar vueltas
por los mercados, pero nadie me hablaba.
Solía ir a la reunión que tenía el Mensajero de Allah, Él le bendiga y le dé paz,
después de la oración y lo saludaba. Y me preguntaba a mí mismo:
'¿Habrá movido sus labios para devolverme el saludo o no?'
Después, rezaba cerca de él y le robaba la mirada. Cuando yo estaba en oración,
me miraba. Y si me volvía hacia él, me esquivaba.
Pasó el tiempo y los musulmanes me rehuían. Fui, pues, andando y salté el muro
de la huerta de Abu Qatada; era hijo de mi tío y el más querido para mí de todos. Lo
saludé y por Allah que no me devolvió el saludo. Después le dije:
'¿Abu Qatada, te pregunto por Allah, tú ves que yo quiera a Allah y a su
Mensajero, Allah le bendiga y le dé paz?'
Se calló y le volví a preguntar lo mismo. Se calló de nuevo y volví a insistir en la
misma pregunta.
Finalmente contestó: '¡Allah y su Mensajero saben más!'
Mis ojos se cubrieron de lágrimas y me marché por donde había venido, volviendo
a saltar el muro.
Cierto día, caminaba yo por el zoco de Medina, cuando un campesino procedente
de Sham, de los que vienen a vender alimentos, decía en voz alta:
'¿Quién me indica dónde está Kaab Ibn Málik?'
La gente le empezó a señalar hacia mí hasta que me vio y me entregó una carta del
rey de Gassán. Conocía yo la escritura y leí:
'¡Ha llegado hasta nosotros que tu dueño te ha desdeñado. Te invitamos, pues, a
que compartas con nosotros la casa en la que te honraremos y aliviaremos de ese modo
tu aflicción!'
Cuando la leí, dije: ' ¡Esta es otra prueba más!'
Me dirigí después hacia el horno de pan, lo encendí y arrojé la carta para que se
quemara.
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