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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
so testimonio». Y lo siguió repitiendo hasta que
dijimos: ‘¡¿No se callará?!’
III
El testimonio de un ciego, su ma-
trimonio, sus asuntos, sus casa-
mientos, su juramento de fideli-
dad y su aceptación haciendo el
adhân y otras cosas, además de
lo que se puede saber por la voz
1177.
‘Âisha dijo: ‘El Profeta (B y P) oyó a un
hombre recitando el Corán en la mezquita y dijo:
«Que Dios tenga misericordia de él; me recordó
tal y tal aleya que yo había olvidado recitar de tal
y tal sura»’.
1178.
Ella misma dijo en otra versión: ‘El Pro-
feta (B y P) rezaba por la noche en mi casa y oyó
la voz de ‘Abbád que rezaba en la mezquita. Dijo:
«¡‘Âisha! ¿Es esa la voz de ‘Abbád?» Dije: ‘Sí’. Dijo:
«¡Oh Dios! Ten misericordia de ‘Abbád»’.
IV
Unas mujeres confirmando el
testimonio de otras
1179.
‘Âisha dijo: ‘Cuando el Mensajero de
Dios (B y P) deseaba salir de viaje sorteaba entre
sus mujeres y la que salía favorecida lo acompa-
ñaba. En una de las expediciones que hizo sorteó
entre nosotras; yo salí favorecida y lo acompañé,
esto fue después de imponerse el uso del velo. Yo
era llevada en el hawdaÿ  de un camello y éste
se bajaba mientras yo estaba adentro. Después de
que terminó la campaña, el Profeta (B y P) em-
prendió el regreso. Ya acercándonos a Medina, el
Mensajero de Dios (B y P) ordenó que se prosiga
la marcha por la noche. Cuando se dio la orden de
partida yo me alejé del campamento para hacer
mis necesidades. Cuando volvía al campamen-
to para partir me toqué el pecho y me di cuen-
ta que un collar mío de cuentas se había perdi-
do. Volví sobre mis pasos procurando encontrar
el collar y eso me retrasó. Mientras tanto, los que
(1)
Hawdaÿ
(del árabe); son una especie de canastos
grandes que se ponían sobre los camellos; eran totalmen-
te cubiertos y cerrados con puertas. En ellos viajaban las
mujeres para protegerlas de la inclemencia del clima y el
viaje por el desierto.
cargaban el hawdaÿ vinieron y lo levantaron sin
sentir mi ausencia; lo pusieron sobre el camello
en el que viajaba pensando que yo estaba dentro.
En esa época las mujeres eran livianas y no pe-
saban mucho, pues no comían mucha carne sino
que comían un poco de comida; por ello, los que
cargaron el hawdaÿ no se dieron cuenta de mi au-
sencia cuando lo levantaron y partieron sin mí,
pues yo era una jovencita de poca edad (menos de
15 años). Yo encontré mi collar después de que el
ejército había partido y al volver al campamento
no encontré a nadie. Me quedé en mi lugar pen-
sando que ellos me extrañarían y volverían por
mí; mientras esperaba sentada me venció el sue-
ño y me dormí. Safwân bin Mu‘attal Al-Sulami
Al-Dhakwâni quedó rezagado de la marcha del
ejército y al amanecer llegó hasta el lugar donde
me encontraba; al ver la silueta de alguien acosta-
do llegó hasta mí; él me había visto antes de que
se imponga el velo. Yo me desperté cuando lo oí
diciendo:
¡Somos de Dios y a él retornaremos!
(2:156) . Safwân hizo bajar a su camello y descen-
dió; luego lo inclinó más y poniendo su pierna me
hizo subir sobre el camello. Partimos y él cami-
naba sujetando la brida del camello, hasta que al-
canzamos al ejército que había hecho un alto para
descansar al mediodía. Entonces se arruinó quien
tenía que arruinarse (algunas personas empeza-
ron a calumniarme acusándome de adulterio) y el
que realizaba las acusaciones con más ahínco era
‘Abdullah bin Ubay bin Salûl. Cuando llegamos a
Medina enfermé durante un mes mientras la gen-
te divulgaba las acusaciones de los calumniado-
res. Durante mi enfermedad sentí que el Profeta
(B y P) no me estaba prodigando la atención que
acostumbraba darme cuando enfermaba; solo en-
traba, saludaba, y decía: «¿Cómo está la chica?»
Yo no supe de lo sucedido hasta que disminuyó
mi enfermedad. Salí a hacer mis necesidades con
Umm Mistah hacia Al-Manási’; salíamos allí sólo
de noche antes de tener lavatorios cerca de las vi-
viendas, estábamos como loa antiguos árabes en
el campo o en sus viajes. Mientras caminaba con
Umm Mistah ella tropezó con sus largos vestidos
y dijo: ‘¡Que se arruine Mistah!’ Yo le dije: ‘¡Esta
mal lo que dijiste! ¿Acaso maldices a un hombre
que luchó en Badr?’ Ella dijo: ‘¡Hey tú! ¿No has
oído lo que dicen?’ y me informó sobre las ca-
lumnias en contra mía. Eso me enfermó más de
(2) Esta es una frase del Corán que se usa desde esa
época para consolarse de una desgracia.