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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
la entrada a la Casa Sagrada ni te combatiríamos;
pero escribe: ‘Muhammad, hijo de ‘Abdullah’. El
Mensajero de Dios (B y P) dijo: «‘¡Por Dios! Soy
Mensajero de Dios aunque me desmintáis; escri-
be: Muhammad hijo de ‘Abdullah»; luego dijo:
«La condición es que nos permitáis entrar en la
Casa Sagrada». Suhayl dijo: ‘¡Por Dios! Los árabes
no podrán decir que nos obligaron; sin embargo
te dejaremos hacer eso el año próximo’ y así se es-
cribió. Después dijo Suhayl: ‘Y con la condición
de que, si te llega alguien de los nuestros, deberás
devolverlo a nosotros, aunque sea musulmán’. Los
musulmanes dijeron: ‘¡Alabado sea Dios! ¿Cómo
lo devolveremos a los politeístas si llega como
musulmán? En ese momento entró Abû Ÿandal
bin Suhayl bin ‘Amrû tambaleándose con sus ata-
duras y cayó entre los musulmanes después de sa-
lir de la parte baja de Makka. Suhayl dijo: ‘Este
Muhammad es el primero que me devolverás por
esta condición’. El Profeta (B y P) dijo: «Aún no
hemos terminado de escribir el acuerdo». Suhayl
dijo: ‘Entonces no hago ningún acuerdo contigo
nunca’. El Profeta (B y P) dijo: «Déjamelo pues».
Dijo: ‘No te lo dejo’. El Profeta (B y P) dijo: «Claro
que sí, hazlo». Suhayl dijo: ‘¡No lo haré!’. Mikraz
dijo: ‘Pues sí, te lo dejamos’ (pero Suhayl se man-
tuvo firme). Abû Ÿandal dijo: ‘¡Musulmanes!
¿Seré devuelto a los politeístas a pesar de haber
venido como musulmán? ¿No veis lo que sufrí?’
Pues él había sufrido una dura tortura por la cau-
sa de Dios’.
‘Umar bin Al-Jattâb dijo: ‘Entonces fui ante
el Profeta (B y P) de Dios y le dije: ‘¿Acaso no
eres verdaderamente el Profeta (B y P) de Dios?’
Él dijo: «Claro que sí». Le dije: ‘¿Acaso no tene-
mos la razón y nuestro enemigo está en el error?’
Él dijo: «Claro que sí». Dije: ‘¿Entonces por qué
debemos ser humillados en nuestra religión?’ El
dijo: «Yo soy el Mensajero de Dios (B y P) y no Le
desobedeceré; Él me dará la victoria». Dije: ‘¿Aca-
so no nos decías que iríamos a la Casa Sagrada
y que la circunvalaríamos?’ Dijo: «Claro que sí
¿Pero te dije que iríamos a ella este año?» Dije:
‘No’. Dijo: «Pues en verdad que irás a la Casa Sa-
grada y la circunvalarás». Y fui ante Abû Bakr y
le dije: ‘¿Acaso no es él verdaderamente el Profeta
(B y P) de Dios?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘¿Acaso
no tenemos la razón y nuestro enemigo está en
el error?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘¿Entonces por
qué debemos ser humillados en nuestra religión?’
Dijo: ‘¡Oye hombre! Él es el Mensajero de Dios
(B y P) y no va a desobedecer a su Señor y Él le
dará la victoria; así que aférrate a él, pues él ¡Por
Dios! Está en lo cierto’. Dije: ‘¿Acaso no nos decía
que iríamos a la Casa Sagrada y que la circunva-
laríamos?’ Dijo: ‘Claro que sí ¿Pero te dijo acaso
que irías allí en este año?’ Dije: ‘No’. Dijo: ‘Pues
con seguridad que tú irás allí y la circunvalarás’.
Hice muchas buenas obras para expiar esas pre-
guntas impropias que les hice’.
Cuando la escritura del tratado se concluyó, el
Mensajero de Dios (B y P) dijo a sus sahabas: «Le-
vantaos; sacrificad las ofrendas y rapaos». Y ¡Por
Dios! Ningún hombre de ellos se levantó hasta
que repitió sus palabras tres veces. En vista de que
no le obedecían él entró a ver a Umm Salama y le
mencionó lo que hacía la gente. Umm Salama le
dijo: ‘¡Profeta (B y P) de Dios! ¿Quieres que tu or-
den sea obedecida? Sal sin decirles palabra algu-
na; sacrifica tu ofrenda y llama a alguien para que
te afeite la cabeza’. El Profeta (B y P) salió sin de-
cirles nada hasta hacer eso; sacrificó su ofrenda y
llamó a alguien para que le afeite la cabeza. Cuan-
do los sahabas vieron aquello, se levantaron y sa-
crificaron sus ofrendas y empezaron a afeitarse
unos a otros, con tal prisa que casi se matan unos
a otros. Luego llegaron ante el Profeta (B y P) al-
gunas mujeres creyentes y Dios hizo descender:
¡Creyentes! Cuando vengan a vosotros mujeres
creyentes que hayan emigrado ¡examinadlas!
Dios conoce bien su fe. Si comprobáis que de ver-
dad son creyentes, no las devolváis a los infieles:
Ellas no son lícitas para ellos ni ellos son lícitos
para ellas, ¡Reembolsadles lo que hayan gasta-
do! No tenéis nada que reprocharos si os casáis
con ellas, con tal que les entreguéis su dote. Pero
no retengáis a las incrédulas...
(60:10). Entonces
‘Umar divorció a dos de sus esposas que eran po-
liteístas. Una de ellas se casó con Mu‘âwiya bin
Abi Sufián y la otra se casó con Safwán bin Umay-
ya. Cuando el Profeta (B y P) volvió a Medina, lle-
gó ante él Abû Basír, un hombre qurayshí que era
musulmán. Enviaron dos hombres a buscarlo; di-
jeron: ‘(Cumple) el compromiso que nos diste’. El
Profeta (B y P) se los entregó y salieron llevándo-
selo hasta que llegaron a Dhul Hulayfa. Allí se de-
tuvieron para comer unos dátiles que traían. Abû
Basír dijo a uno de los hombres: ‘¡Por Dios! Yo
veo que tu espada fulano es muy buena’. El hom-
bre la sacó y dijo: ‘Claro que sí ¡Por Dios que es
buena! Y la he probado muchas veces’. Abû Basír
le dijo: ‘Muéstramela para que la vea’. El hombre
se la alcanzó y Abû Basír lo golpeó con ella hasta
que quedó frío. El otro hombre huyó hasta que