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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
él dijo: ‘Ÿibrîl’. Se le dijo: ‘¿Quién está contigo?’
Dijo: ‘Muhammad’; se le dijo: ‘¿Se le mandó ve-
nir?’; Ÿibrîl dijo: ‘Sí’; entonces se dijo: ‘Bienvenido
sea y qué visita más buena’. Las puertas se abrie-
ron y, cuando había entrado, encontré de pronto
a Yûsuf (José, hijo de Jacob). (Ÿibrîl) dijo: ‘Este es
Yûsuf, salúdale’. Yo lo saludé y me correspondió;
luego dijo: ‘Bienvenido sea el hermano piadoso y
el profeta piadoso’. Luego ascendió (conmigo) al
cuarto cielo y pidió que se le abra. Se dijo: ‘¿Quién
es?’ él dijo: ‘Ÿibrîl’. Se le dijo: ‘¿Quién está conti-
go?’ Dijo: ‘Muhammad’; se le dijo: ‘¿Se le mandó
venir?’; Ÿibrîl dijo: ‘Sí’; entonces se dijo: ‘Bienve-
nido sea y qué visita más buena’. Las puertas se
abrieron y, cuando había entrado, encontré de
pronto a Idrîs (Enoch). (Ÿibrîl) dijo: ‘Este es Idrîs,
salúdale’. Yo lo saludé y me correspondió; luego
dijo: ‘Bienvenido sea el hermano piadoso y el pro-
feta piadoso’. Luego ascendió (conmigo) al quinto
cielo y pidió que se le abra. Se dijo: ‘¿Quién es?’
él dijo: ‘Ÿibrîl’. Se le dijo: ‘¿Quién está contigo?’
Dijo: ‘Muhammad’; se le dijo: ‘¿Se le mandó ve-
nir?’; Ÿibrîl dijo: ‘Sí’; entonces se dijo: ‘Bienvenido
sea y qué visita más buena’. Las puertas se abrie-
ron y, cuando había entrado, encontré de pronto a
Hârûn (Aarón). (Ÿibrîl) dijo: ‘Este es Hârûn, salú-
dale’. Yo lo saludé y me correspondió; luego dijo:
‘Bienvenido sea el hermano piadoso y el profeta
piadoso’. Luego ascendió (conmigo) al sexto cie-
lo y pidió que se le abra. Se dijo: ‘¿Quién es?’ él
dijo: ‘Ÿibrîl’. Se le dijo: ‘¿Quién está contigo?’ Dijo:
‘Muhammad’; se le dijo: ‘¿Se le mandó venir?’;
Ÿibrîl dijo: ‘Sí’; entonces se dijo: ‘Bienvenido sea
y qué visita más buena’. Las puertas se abrieron y,
cuando había entrado, encontré de pronto a Mûsa
(Moisés). (Ÿibrîl) dijo: ‘Este es Mûsa, salúdale’. Yo
lo saludé y me correspondió; luego dijo: ‘Bienve-
nido sea el hermano piadoso y el profeta piado-
so’. Cuando lo dejé atrás lloró; se le dijo: ‘¿Qué te
hace llorar?’ Que este muchacho enviado después
de mí tendrá a más gente de su nación en el Pa-
raíso que los de mi nación en el Paraíso. Luego
Ÿibrîl ascendió conmigo al séptimo cielo y pidió
que se le abra. Se dijo: ‘¿Quién es?’ él dijo: ‘Ÿibrîl’.
Se le dijo: ‘¿Quién está contigo?’ Dijo: ‘Muham-
mad’; se le dijo: ‘¿Se le mandó venir?’; Ÿibrîl dijo:
‘Sí’; entonces se dijo: ‘Bienvenido sea y qué visita
más buena’. Las puertas se abrieron y, cuando ha-
bía entrado, encontré de pronto a Ibrâhîm (Abra-
ham). (Ÿibrîl) dijo: ‘Este es tu padre Ibrâhîm,
salúdale’. Yo lo saludé y me correspondió; luego
dijo: ‘Bienvenido sea el hijo piadoso y el profe-
ta piadoso’. Luego se me elevó hasta el Loto del
Límite; ¡sus frutos eran como las jarras de Haÿar
(lugar cercano a Medina) y sus hojas eran como
las orejas de los elefantes! (Ÿibrîl) me dijo: ‘Este es
el Loto del Límite’. Y había cuatro ríos: Dos ocul-
tos y dos visibles. Pregunté: ‘¿Qué son estos dos
(tipos de ríos) Ÿibrîl?’ Me dijo: ‘Los ocultos son
dos ríos del Paraíso y los visibles son el Nilo y el
Eufrates’. Entonces se me mostró La Casa Sagrada
(Al-Bayt ul-Ma‘múr) a la que entran diariamen-
te setenta mil ángeles. Luego se me trajo un vaso
con vino, un vaso con leche y un vaso con miel; yo
tomé el vaso con leche y (Ÿibrîl) dijo: ‘Es la natu-
raleza (el monoteísmo islámico) que tú y tu gente
sigue’. Luego se me prescribió el salát: Cincuenta
oraciones al día. Al-volver pasé por donde estaba
Mûsa y él me preguntó: ‘¿Qué se te ordenó?’ dije:
‘Cincuenta oraciones al día’. Me dijo: ‘Tu nación
no podrá cumplir con cincuenta oraciones al día.
¡Por Dios! Yo he probado a la gente antes que ti y
he hecho con los israelíes mi mejor intento. Vuel-
ve, pues, a tu Señor y pídele que se reduzcan las
oraciones para tu gente’. Yo volví y se me reduje-
ron diez oraciones; al volver a Mûsa me repitió lo
dicho. Yo volví y se me redujeron diez oraciones;
al ir a Mûsa me repitió lo dicho. Yo volví y se me
redujeron diez oraciones; al ir a Mûsa me repitió
lo dicho. Yo volví y se me redujeron diez oracio-
nes, ordenándoseme diez oraciones al día. Al vol-
ver a Mûsa me repitió sus mismas palabras y yo
volví; entonces, se me ordenaron cinco oraciones
al día. Cuando volví a Mûsa me dijo: ‘¿Qué se te
ordenó?’ Yo le respondí: ‘Cinco oraciones al día’.
Me dijo: ‘Tu nación no podrá cumplir con cin-
co oraciones al día. ¡Por Dios! Yo he probado a
la gente antes que tú y he tratado con los israelíes
mi mejor intento. Vuelve, pues, a tu Señor y pí-
dele que se reduzcan las oraciones para tu gente’.
Yo dije: ‘He pedido a mi Señor hasta que me dio
vergüenza, así que estoy complacido y me some-
to (al mandato del Señor)’. Cuando lo dejé atrás,
una voz clamó: ‘
He dictado mi mandato y he re-
ducido la carga sobre mis siervos
’». El hadiz del
Isrá’ fue también mencionado por Anas al princi-
pio del Libro del Salât. Pero en ambos relatos hay
detalles que no menciona el otro.
1590.
Se relata que ‘Abdullah bin ‘Abbâs dijo,
sobre las palabras de Dios:
...No hicimos de la
visión que te mostramos y del árbol maldito en
el Corán sino una tentación para los hombres
(17:60): ‘Es un avistamiento real que se le mos-
tró al Profeta (B y P) la noche que se lo transpor-