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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
(B y P) dijo: ‘No lo mates’ Yo dije: ‘¡Mensajero de
Dios (B y P)! ¡Él me cortó un brazo y después de
cortármelo fue que dijo esas palabras!’ Entonces
el Mensajero de Dios (B y P) dijo: «No lo mates;
pues, si lo matas, él estará en la posición que te-
nías tú antes de matarlo (el Islam) y tú estarás en
la posición que él tenía antes de pronunciar las
palabras que pronunció (la incredulidad)»’.
1612.
Ÿubayr bin Mut‘im dijo que el Profeta
(B y P) dijo, sobre los prisioneros de Badr: «Si Al-
Mut‘im bin ‘Adî estuviese vivo y me hablará a fa-
vor de estos apestosos yo los habría liberado por
él».
VII
La mención de los Banu
Al-Nadîr y su traición al
Mensajero de Dios (B y P)
1613.
‘Abdullah bin ‘Umar dijo: ‘Al-Nadîr y
Quraydha combatieron (al Profeta (B y P)). (El
Profeta (B y P)) exilió a los Banu Al-Nadîr y per-
mitió a los Quraydha quedarse en sus casas y les
perdonó. Hasta que Quraydha lo combatió (nue-
vamente); entonces mató a sus hombres y repar-
tió a sus mujeres, niños y propiedades entre los
musulmanes, excepto algunos que se presentaron
ante el Profeta (B y P). Él les dio seguridad y se
islamizaron. Y exilió a todos los judíos de Medi-
na: A los banu Qaynuqâ’, la tribu de ‘Abdullah bin
Salâm, a los judíos de Banu Hâriza y a todos los
judíos de Medina’.
1614.
‘Abdullah bin ‘Umar relató que el Men-
sajero de Dios (B y P) quemó y cortó las palmeras
de Banu Al-Nadîr en Al-Buwayra; entonces des-
cendió:
Cuando talabais una palmera o la de-
jabais de pie, lo hacíais con permiso de Dios...
(59:5).
1615.
‘Âisha dijo: ‘Las esposas del Profeta
(B y P) enviaron a ‘Uzmân ante Abû Bakr, pidién-
dole su octavo de lo que Dios facilitó a Su Men-
sajero (B y P) (
Al-fay’
). Yo me oponía a ellas y les
decía: ‘¿No teméis a Dios? ¿No sabéis que el Profe-
ta (B y P) decía: «Nosotros (los profetas y mensa-
jeros) no dejamos herencia; todo lo que dejamos
es para caridad» –se refería a sí mismo– y agregó:
«La familia de Muhammad (B y P) se alimenta-
rá de esta propiedad»?’ Y las esposas del Profeta
(B y P) dejaron de exigir tal cosa cuando se los
informé’.
VIII
(Ka‘b bin) Al-‘Ashraf
1616.
Ÿâbir bin ‘Abdullah relató: ‘El Mensajero
de Dios (B y P) dijo: «¿Quién se ofrece para cum-
plir la pena máxima (al criminal de guerra) Ka‘b
bin Ashraf, que ha ofendido a Dios y a Su men-
sajero?» Muhammad bin Maslama se levantó y
dijo: ‘¡Mensajero de Dios! ¿Quieres que lo mate?’
El Profeta (B y P) le respondió: «Sí». Muhammad
dijo: ‘Permíteme entonces decir algo (falso, una
mentira)’. El Profeta (B y P) le dijo: «Di». Enton-
ces Muhammad bin Maslama fue ante él (Ka‘b) y
le dijo: ‘Este hombre (el Profeta (B y P)) nos pide
caridad y nos ha puesto en apuros; yo he veni-
do a prestarme algo de ti’. Ka‘ba dijo: ‘¡Por Dios
que os cansareis de él!’ Muhammad bin Maslama
le dijo: ‘Ciertamente ya nos cansamos de él; pero
no queremos abandonarlo hasta ver dónde llega
Y queremos que nos prestes una carga o dos (de
alimentos)’. Él les dijo: ‘Bien; pero debéis darme
algo como garantía’. Le dijeron: ‘¿Y qué cosa quie-
res?’ Les dijo: ‘Dejadme vuestras mujeres’. Le di-
jeron: ‘¿Cómo te dejaremos nuestras mujeres y tú
eres el más bello de los árabes?’ Dijo: ‘Entonces,
dejadme a vuestros hijos’. Dijeron: ‘¿Cómo te de-
jaremos a nuestros hijos si alguno puede ser in-
sultado diciéndosele: ‘Fuiste empeñado por una
carga o dos de comida’? esto sería una vergüenza
para nosotros; pero te dejaremos nuestras armas’,
y le prometieron volver. Después Muhammad bin
Maslama volvió a él acompañado por Abû Na‘ila,
hermano de leche de Ka‘b. Ka‘b los invitó a pasar
dentro de su fortaleza y, cuando bajó a ellos, su
esposa le preguntó: ‘¿Dónde vas a esta hora?’; él
le dijo: ‘Son: Muhammad bin Maslama y mi her-
mano Abû Nâ‘ila’; ella le dijo: ‘Oigo voces como si
goteara de él sangre’. Él dijo: ‘¡Sólo es Muhammad
binMaslama y mi hermano Abû Ná‘ila! El genero-
so, aunque se lo invite a acuchillarlo por la noche,
debe ir’. Muhammad entró acompañado por otros
dos hombres –en otra versión: Acompañado por
Abû ‘Abs bin Yabr, Al-Hâriz bin Aws y ‘Abbâd bin
Bishr– y a quienes dijo: ‘Cuando llegue yo lo to-
maré por el cabello para olerlo; cuando veáis que
lo he asegurado matadlo’ –en otra versión dijo: ‘Y
les haré oler su cabeza’–. Muhammad bajó arro-
pado en sus vestiduras y exhalando un agrada-
ble olor. Muhammad dijo: ‘¡Nunca había visto un
aroma como el de hoy –o dijo: Un perfume...–!’
Ka‘b dijo: ‘¡Tengo conmigo a las mujeres que más
saben de perfumes entre los árabes!’ Muhammad