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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
dera y les di de beber’. Uno de los narradores dijo:
‘Sahl nos sacó ese recipiente de madera y bebimos
en él. Después ‘Umar bin ‘Abdul ‘Azíz se lo pidió
como presente y se le regaló’.
1948.
Anas bin Mâlik relató que guardaba
con él el recipiente de madera del Profeta (B y P)
y dijo: ‘Di de beber al Mensajero de Dios (B y P)
con este recipiente más de tantas veces’. Había un
anillo de hierro alrededor del recipiente y Anas
trató de poner en su lugar un anillo de oro o de
plata; pero Abû Talha le dijo: ‘No cambies nada
de lo que hizo el Mensajero de Dios (B y P)’ y lo
dejó así.
68. El Libro de los Enfermos
I
Lo que se menciona al respecto
de que la enfermedad es expia-
ción (de los pecados)
1949.
Abû Sa‘îd Al-Judrî y Abû Huraira rela-
taron que el Profeta (B y P) dijo: «La fatiga o la
enfermedad que azotan al musulmán, la preocu-
pación, la tristeza, el daño y la pesadumbre, hasta
el pinchazo que recibe de una espina, no son sino
una expiación que Dios da a los pecados que co-
metió».
1950.
Abû Huraira dijo: ‘El Mensajero de Dios
(B y P) dijo: «El caso del creyente es como el de
una planta nueva y tierna; de cualquier dirección
que le dé el viento la inclina; pero cuando se cal-
ma la planta vuelve a enderezarse; así es el cre-
yente ante las calamidades. El corrupto es como
el pino, que está siempre erecto y firme hasta que
Dios lo corta cuando quiere»’.
1951.
Abû Huraira también relató: ‘El Mensa-
jero de Dios (B y P) dijo: «Cuando Dios quiere el
bien para alguien, le hace probar con calamida-
des»’.
II
La severidad de la enfermedad
1952.
‘Âisha dijo: ‘Nunca vi a nadie sufriendo
de una enfermedad tan grave como la del Mensa-
jero de Dios (B y P)’.
1953.
‘Abdullah dijo: ‘Visité al Profeta (B y P)
durante su enfermedad; estaba sufriendo de una
fuerte fiebre. Le dije: ‘Tienes una fiebre muy fuer-
te ¿Es porque tendrás doble recompensa?’ él dijo:
«Claro. Todo musulmán que sufre cualquier daño
verá sus pecados removidos por Dios, como caen
las hojas de los árboles»’.
III
La virtud de quien sufre de
epilepsia
1954.
se relata que ‘Abdullah bin ‘Abbâs dijo a
uno de sus compañeros: ‘¿Te muestro una mujer
de los habitantes del Paraíso?’ le respondió: ‘Cla-
ro’. Dijo: ‘Esta mujer negra que llegó ante el Profe-
ta (B y P) y le dijo: ‘Sufro de epilepsia y se descu-
bre mi cuerpo (durante los ataques); pide, pues, a
Dios por mí’. El Profeta (B y P) dijo: «Si quieres,
ten paciencia y tendrás el Paraíso; y, si quieres, ro-
garé a Dios para que te cure». Ella dijo: ‘Tendré
paciencia’ y añadió: ‘Pero yo me descubro; así que
ruega a Dios para que no me descubra (durante
los ataques)’ y el Profeta (B y P) rogó por ella’.
IV
La virtud de quien perdió la
vista
1955.
Anas bin Mâlik dijo: ‘Oí al Profeta
(B y P) decir: «Dios dijo: ‘Si pruebo a Mi siervo
privándole de sus dos cosas queridas y es pacien-
te, lo compensaré por ellos con el Paraíso’»’. Se re-
fiere a sus dos ojos.
V
Visitando a un enfermo
1956.
Ÿâbir dijo: ‘El Profeta (B y P) vino a vi-
sitarme en mi enfermedad; no montaba ni mula
ni caballo’.
VI
Se le permitió al enfermo decir:
‘estoy enfermo’, ‘¡ay mi cabe-
za!’, ‘se agravó mi enfermedad’ y
las palabras de Ayyûb (Job) (p):
¡He sufrido una desgracia pero
Tú eres la suma misericordia!
(21:83)
1957.
‘Âisha relató que dijo: ‘¡Ay mi cabeza!’ y
el Mensajero de Dios (B y P) dijo: «¡Si yo estuvie-