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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
lo que ya estaba. Cuando volví a mi habitación el
Mensajero de Dios (B y P) entró, saludó, y dijo:
«¿Cómo está la chica?» Yo le dije que me permita
ir con mis padres; mi intención era confirmar la
noticia con ellos. El Mensajero de Dios (B y P) me
lo permitió y fui con mis padres; pregunté a mi
madre: ‘¡Madre mía! ¿Qué está diciendo la gente?’
ella dijo: ‘¡Hijita mía! No des mucha importancia
a este asunto. ¡Por Dios! Ninguna mujer bella que
sea amada por un esposo, que tiene otras mujeres,
se libra de que las mujeres forjen mentiras sobre
ella (y su castidad)’. Dije: ‘¡Glorificado sea Dios!
¿Esto mismo es lo que la gente dice?’ Y esa noche
la pasé llorando y sin conciliar el sueño. A la ma-
ñana siguiente, el Mensajero de Dios (B y P) lla-
mó a ‘Alí bin Abi Tâlib y a Usâma bin Zayd, para
consultarles sobre divorciar a su esposa, cuando
vio que la Revelación no se presentaba. Usâma le
aconsejó guiado por lo que conocía de su buena
reputación y dijo: ‘¡Mensajero de Dios! Conserva
a tu esposa; no sabemos de ella sino cosas bue-
nas ¡Por Dios!’ En cambio ‘Alî dijo: ‘¡Mensajero
de Dios! Dios no te ha restringido nada y hay mu-
chas otras mujeres aparte de ella. Sin embargo,
pregúntale a la sirviente que ella te dirá la verdad’.
El Mensajero de Dios (B y P) llamó a Barîra y le
dijo: «¡Barîra! ¿Has visto en ‘Âisha algo sospecho-
so?» Barîra dijo: ‘Nunca he visto algo sospechoso
en ella, excepto que es una muchacha muy joven
que a veces se duerme y deja que la cabra se coma
el grano’.’
‘Ese mismo día el Mensajero de Dios (B y P)
subió al púlpito y pidió que lo ayuden a castigar
a ‘Abdullah bin Ubay bin Salûl: Dijo: «¿Quién me
ayudará para castigar a esa persona que me ha
dañado calumniando la reputación de mi fami-
lia? Pues ¡Por Dios! No sé de mi esposa sino cosas
buenas y han acusado también a un hombre del
cual no conozco sino cosas buenas y nunca entró
a mi casa sin mi compañía». Sa‘d bin Mu‘âdh se le-
vantó y dijo: ‘¡Mensajero de Dios! Por Dios que yo
te ayudaré contra él. Si es de la tribu Aws (la tri-
bu de Mu‘âdh) le cortaremos la cabeza; y si es de
nuestros hermanos de Jazraÿ, ordénanos y ejecu-
taremos lo que ordenes’. Entonces, se levantó Sa‘d
bin ‘Ubâda, señor de los Jazraÿ, que había sido an-
tes un hombre piadoso, pero fue arrastrado por el
tribalismo, y dijo: ‘¡Mientes! ¡Por Dios! No lo ma-
tarás ni podrías hacerlo’. Entonces se levantó Usa-
yd bin Al-Hudayr y dijo: ‘¡Juro que mientes! ¡Por
Dios que lo mataremos! Pues tú eres un hipócrita
que defiende a los hipócritas’. El alboroto y la ten-
sión aumentaron y las tribus de Aws y Jazraÿ estu-
vieron a punto de pelear una contra otra frente al
Mensajero de Dios (B y P) en el púlpito. El Men-
sajero de Dios (B y P) descendió y los calmó hasta
que se callaron y él se calló.’
‘Âisha agrega: ‘Todo ese día lloré; mis lágrimas
no dejaban de fluir y no pude conciliar el sueño.
A la mañana siguiente mis padres estaban junto a
mí; llevaba dos días con sus noches llorando, has-
ta que pensé que mi hígado reventaría de tanto
llorar. Mientras mis padres estaban sentados a mi
lado, una mujer ansârí pidió pasar y yo se lo per-
mití; entró y se puso a llorar a mi lado. Entonces
entró el Mensajero de Dios (B y P) y se sentó a mi
lado; algo que no hacía desde que se dijeron las
calumnias sobre mí y ya había pasado un mes sin
que se le revele nada sobre mí. Pronunció la sh-
aháda y dijo: «¡‘Âisha! Me ha llegado sobre ti esto
y aquello (el supuesto adulterio con Safwán); si
eres inocente Dios demostrará tu inocencia. Y si
cometiste un pecado, pues pide perdón a Dios y
arrepiéntete ante Él, porque si el siervo reconoce
su falta y luego se arrepiente ante Dios, pues Dios
lo acoge». Cuando el Mensajero de Dios (B y P)
terminó de hablar cesó completamente mi llanto
y dije a mi padre: ‘Responde al Mensajero de Dios
(B y P) por mí’. El dijo: ‘¡Por Dios! No sé qué de-
cir al Mensajero de Dios (B y P)’. Dije a mi madre:
‘Responde por mí al Mensajero de Dios (B y P)
sobre lo que dijo’. Ella dijo: ‘¡Por Dios! No sé qué
decirle al Mensajero de Dios (B y P)’. A pesar de
ser una niña que no sabía mucho del Corán, yo
dije: ‘Yo ¡Por Dios! Sé que vosotros sabéis lo que
está diciendo la gente; y que eso ha llegado a vues-
tro interior y bien adentro lo creéis. Si os digo que
soy inocente, y Dios sabe que lo soy, no me cree-
ríais; y si os digo que soy culpable de tal pecado,
y Dios bien sabe que soy inocente, me creeríais.
¡Por Dios! No encuentro nada como esta situa-
ción, excepto cuando el padre de Yûsuf (Jacob,
padre de José) dijo:
Hay que tener digna pacien-
cia. Dios es a quien se pide ayuda contra lo que
contáis
(12:18)’. Y me di vuelta en mi lecho.’
‘Âisha agregó: ‘Yo esperaba que Dios demues-
tre mi inocencia; pero nunca pensé que descen-
diera por mí una revelación que se recite, pues me
consideraba muy insignificante como para que
el Corán hable de mi asunto. Yo esperaba que el
Mensajero de Dios (B y P) viese en sus sueños una
visión a través de la cual Dios demostrase mi ino-
cencia. ¡Por Dios! No estuvo mucho tiempo allí
sentado, ni salió nadie de la casa, hasta que le bajó