Page 254 - Sahih Al-Bujari

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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
dijo: «No lo odies; pues su parte del jumus es mu-
cho más que eso»’.
1680.
Abû Sa‘îd Al-Judrî dijo: ‘ ‘Alí bin Abi
Tâlib envió oro bruto dentro de una bolsa de cue-
ro curtido al Mensajero de Dios (B y P). El Men-
sajero de Dios (B y P) lo distribuyó entre cua-
tro personas: ‘Uyayna bin Badr, Aqra’ bin Hábis,
Zayd Al-Jayl y el cuarto era ‘Alqama o era ‘Ámir
bin Al-Tufayl. Uno de sus sahabas dijo: ‘¡Noso-
tros teníamos más derecho a ese oro que estos!’
La noticia llegó al Profeta (B y P) y él dijo: «¿No
confiáis en mí siendo que yo soy el de confianza
para quien está en el cielo y me llegan las nuevas
del cielo por la mañana y la tarde?» Entonces se
levantó un hombre de ojos hundidos, de pómulos
y frente protuberantes, con la cabeza rapada, la
barba tupida y el izâr recogido; dijo: ‘¡Mensajero
de Dios (B y P)! ¡Teme a Dios!’ el Profeta (B y P)
dijo: «¡Ay de ti! ¿Acaso no soy la persona con más
motivo para temer a Dios en toda la tierra?» y el
hombre se marchó. Jâlid bin Al-Walîd dijo: ‘¡Men-
sajero de Dios (B y P)! ¿Le corto el pescuezo?’ el
Profeta (B y P) dijo: «No, tal vez reza». Jâlid dijo
entonces: ‘¿Y cuantos orantes dicen con su lengua
lo que no hay en su corazón?’ El Mensajero de
Dios (B y P) dijo: «No se me ordenó hurgar en los
corazones de la gente ni abrir sus barrigas». Lue-
go lo miró mientras se alejaba y dijo: «De la des-
cendencia de este hombre saldrá un pueblo que
recita el Corán continua y elegantemente; pero
no traspasará sus gargantas. Saldrán de la religión
como sale la flecha disparada del arco –y creo que
dijo:– Si los encuentro los mataré como se mató a
los de Zamûd»’.
XXXVII
La campaña de Dhul Jalasa
1681.
El hadiz de Ÿarîr que habla al respec-
to ya fue mencionado y las palabras del Profeta
(B y P) a él: «¿Me puedes hacer descansar de Dhul
Jalasa?». En esta versión se cita: ‘Dijo Ÿarîr: ‘Dhul
Jalasa es una construcción en el Yemen, para los
Jaz‘am y los Baÿîla; allí hay estatuas que son ado-
radas’. Y cuando Ÿarîr llegó al Yemen había allí un
hombre que consultaba el oráculo de flechas. Se
le dijo: ‘El Mensajero de Dios (B y P) está aquí;
si puede te golpeará el cuello (con la espada)’. Un
día que estaba lanzando las flechas se paró a su
lado Ÿarîr y le dijo: ‘O las rompes y atestiguas que
no hay más Dios sino Dios o te golpearé el cuello’;
y el hombre rompió las flechas y se islamizó’.
XXXVIII
La ida de Ÿarîr al Yemen
1682.
Ÿarîr también relató: ‘Cuando estuve en
el Yemen me encontré con dos hombres de la gen-
te del Yemen: Dhu Kalá’ y Dhu ‘Amr. Yo empecé
a relatarles del Mensajero de Dios (B y P) y Dhu
‘Amr me dijo: ‘Si es verdad lo que mencionas de
tu amigo, pues ha muerto hace tres días’. Y los dos
partieron conmigo hacia Medina; cuando estába-
mos en el camino nos llegaron jinetes de la direc-
ción de Medina y les preguntamos. Nos respon-
dieron: ‘El Mensajero de Dios (B y P) murió; Abû
Bakr fue elegido Califa y la gente está bien’. Los
dos yemeníes dijeron: ‘Dile a tu amigo que vini-
mos a verlo y tal vez volvamos, si Dios quiere’; y
se volvieron al Yemen’.
XXXIX
La campaña de la costa
1683.
Ÿâbir dijo: ‘El Mensajero de Dios (B y P)
envió una expedición a la costa; los puso bajo el
mando de Abû ‘Ubayda bin Al-Ÿarrâh y eran tres-
cientos. Cuando habíamos salido y estabamos en
el camino se nos redujeron las provisiones. Abû
‘Ubayda ordenó reunir todas las provisiones que
traían los soldados; nuestra comida era dátiles.
Así es que cada día se nos daba un poco de dá-
tiles hasta que se redujeron tanto las provisiones
que nos tocaba de a un solo dátil por día. Yo dije:
‘¿Qué bien os hará un solo dátil?’ pero empezamos
a apreciarlo cuando hasta eso se terminó. Cuando
llegamos a la costa encontramos a un pez como
una montaña (una ballena); los hombres comie-
ron de él dieciocho días. Abû ‘Ubayda ordenó que
dos de sus costillas sean clavadas en el suelo (for-
mando un arco). Luego hizo que una camella con
jinete pase por debajo y lo hizo sin tocarlas’.
1684.
En otra versión se relata que dijo: ‘El
mar arrojó (a la playa) una bestia llamada
Al-
Anbar
(algún tipo de ballena); comimos de ella
por un mes y nos untamos su grasa en nuestros
cuerpos hasta que volvieron a su estado original
(fuertes y saludables)’.
En otro relato: Dijo Abû ‘Ubayda: ‘Comed’.
Cuando retornamos a Medina mencionamos eso
al Profeta (B y P) y él nos dijo: «¡Comed! Es la do-
tación que Dios hizo surgir del mar ¡Y dadnos un
poco si traéis algo con vosotros!» Entonces, uno
de ellos le dio parte y él comió.