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Oficina de Cultura y Difusión Islámica • Argentina
Sahîh Al-Bujârî
él dijo: ‘Dios y Su mensajero saben más’. Mis ojos
estallaron en lágrimas y me alejé hasta que salté
el muro.’
Ka‘b dijo: ‘Mientras caminaba por el mercado
de Medina un nabateo de los nabateos de Shâm,
que había venido a Medina a vender grano, de-
cía: ‘¿Quién me lleva a Ka‘b bin Mâlik?’ La gen-
te empezó a indicarle hasta que llegó a mí; me
entregó un escrito del rey de Gassân, que decía:
‘Ahora; me han llegado noticias de que tu com-
pañero (Mensajero de Dios (B y P)) te trata dura-
mente. Que Dios no te permita vivir en un lugar
donde seas inferior y no tengas derechos; únete
a nosotros que te apoyaremos’. Al leerlo me dije:
‘Esto debe ser también parte de la prueba’. Enton-
ces, llevé la carta al horno y encendí el fuego que-
mando la carta. Cuando habían pasado cuarenta
noches de las cincuenta (que duró mi estado), un
enviado del Mensajero de Dios (B y P) llegó a mí
y me dijo: ‘El Mensajero de Dios (B y P) te ordena
que te apartes de tu mujer’; dije: ‘¿La debo divor-
ciar o qué hago?’ me dijo: ‘No (no la divorcies);
sólo apártate de ella y no te le acerques’ y a mis
dos compañeros se les ordenó lo mismo. Dije a mi
mujer: ‘Ve con tus padres y quédate con ellos has-
ta que Dios dé un veredicto sobre este asunto».
Ka‘b añadió: ‘La mujer de Hilâl bin Umay-
ya vino ante el Mensajero de Dios (B y P) y dijo:
‘¡Mensajero de Dios! Hilâl bin Umayya es un an-
ciano débil y no tiene quien lo atienda ¿Te inco-
modaría que yo lo atienda?’ el Mensajero de Dios
(B y P) dijo: «No; pero que no se te acerque». Ella
dijo: ‘Él ¡Por Dios! no tiene deseo de nada. ¡Por
Dios! no ha dejado de llorar desde que empezó
esta situación hasta este día’. Algunos de mis fa-
miliares me dijeron: ‘¿Por qué no pides permiso al
Mensajero de Dios (B y P) por tu mujer, así como
permitió a la mujer de Hilâl bin Umayya que lo
atienda?’ dije: ‘¡Por Dios! no le pediré permiso al
Mensajero de Dios (B y P) por ella; y no sé qué
diría el Mensajero de Dios (B y P) si le pido per-
miso para traerla, pues yo soy un hombre joven’. Y
pasé, después de eso, otras diez noches; hasta que
se completaron cincuenta noches desde que el
Mensajero de Dios (B y P) prohibió a la gente que
nos hable. Cuando recé el salat del faÿr al amane-
cer de las cincuenta noches, mientras estaba sobre
el techo de una de nuestras casas; mientras yo es-
taba sentado como Dios lo mencionó y mi alma
parecía apretarme e incluso la tierra me parecía
estrecha con toda su amplitud; entonces; oí la voz
de alguien que gritaba subido al monte Sal’ a toda
voz: ‘¡Ka‘b bin Mâlik! ¡Albricias!’ Yo me proster-
né a Dios sabiendo que había llegado el alivio. El
Mensajero de Dios (B y P) anunció que Dios ha-
bía aceptado nuestro arrepentimiento mientras
rezaba el faÿr y la gente salió a felicitarnos. Unos
albriciadores fueron a ver a mis compañeros. Un
jinete venía a mí con prisa y un hombre de Banu
Aslam llegó corriendo y subió a un monte (para
anunciar la buena nueva). Su voz fue más veloz
que el caballo. Cuando el hombre que yo había es-
cuchado vino a mí para felicitarme, yo me saqué
mis ropas y se las di por la buena nueva que me
comunicó. ¡Por Dios! no tenía otras ropas ese día.
Luego pedí prestadas dos vestimentas y las vestí;
partí a ver al Mensajero de Dios (B y P) y la gente
venía a mí en grupos; me felicitaban por la acep-
tación del arrepentimiento diciendo: ‘¡Te felicita-
mos por la aceptación de tu arrepentimiento por
parte de Dios!»
Ka‘b agregó: ‘Cuando entré en la mezquita en-
contré al Mensajero de Dios (B y P) sentado y ro-
deado de gente; Talha bin ‘Ubaydillah se levan-
tó y, viniendo rápidamente hacia mí, me felicitó.
¡Por Dios! ningún otro de los muhâÿirûn se le-
vantó hacia mí y ese gesto de Talha nunca lo ol-
vidaré. Cuando hube saludado al Mensajero de
Dios (B y P), él me dijo, mientras su rostro brilla-
ba de alegría: «¡Albricias! ¡Por el mejor día desde
que tu madre te dio al luz!» Yo dije: ‘(Este perdón)
¿Es de ti o es de Dios?’ y él dijo: «¡No! Claro que
es de Dios». Cuando el Mensajero de Dios (B y P)
se alegraba, su rostro se iluminaba como si fuese
un pedazo de luna y nosotros sabíamos reconocer
ese estado en él. Cuando me senté frente al Men-
sajero de Dios (B y P) dije: ‘¡Mensajero de Dios!
Parte de mi arrepentimiento será dar en caridad
mis bienes a Dios y a Su mensajero’. El Mensaje-
ro de Dios (B y P) dijo: «Conserva parte de tus
bienes; eso será mejor para ti». Yo dije: ‘Enton-
ces conservaré mi parte de (el botín de) Jaybar’;
luego agregué: ‘¡Mensajero de Dios! Dios me ha
salvado sólo por mi sinceridad; por ello, parte de
mi arrepentimiento será no decir sino la verdad
mientras viva’. ¡Por Dios! no sé de otro musulmán
que haya sido probado por Dios en su sinceri-
dad mejor que yo, desde esa vez que le dije eso al
Mensajero de Dios (B y P). Desde esa vez no he
tenido intención de decir una mentira y espero
que Dios me proteja de hacerlo mientras viva. Y
Dios reveló a Su mensajero:
Dios se ha vuelto al
Profeta, a los emigrados y a los auxiliares...
has-
ta
...Temed a Dios y estad con los sinceros
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