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The Islamic Bulletin

Volume XXX No. 30

Años después, algunos de los mismos hermanos abrazarían

el Islam de la misma forma en que yo lo hice. Dios toca los

corazones de los hombres en formas que no percibimos.

Es sólo después de que comprendemos y reconocemos el

maravilloso plan del Creador. A la noche siguiente, declaré

mi testimonio de fe frente a toda la comunidad que estaba

presente en el servicio de la enseñanza islámica. No puedo

expresar los sentimientos de amor y la alegría que sentí cuan-

do declaré públicamente mi creencia. Si bien había estado

diciendo mi testimonio de fe en mi oración ritual durante

semanas, no fue lo mismo. Se sentía como si una carga masiva

se había esfumado desde mi espalda. Por primera vez en mi

vida, era verdaderamente libre. Era como si hubiera vuelto

a nacer - volver al estado natural de mi primera infancia.

Este fue un nuevo comienzo. Tenía poca idea de donde mi

viaje me estaba llevando, pero estaba contento a donde me

estaba llevando.

En los próximos meses los pasé estudiando intensamente.

Quería aprender todo lo que hubiese a mi disposición sobre el

Islam. Mis estudios fueron ayudados por cuatro hermanos que

me han ayudado en gran medida: Faheem, Shafiyq, Malk`ilm,

y Ismaiyl Shareef, también conocido como “El ministro”. Estos

cuatro fueron fundamentales para mi crecimiento intelectual

y espiritual como musulmán, y doy gracias a Dios todos los

días que me permitió cruzarme con ellos. Malk`ilm y Shareef

me me ayudaban a estudiar árabe. Shafiyq estaba en hadiz

(tradiciones proféticas), y él nunca dejó pasar la oportunidad

de compartir algo conmigo. Faheem era mi compañero, mi

confidente y mi mayor apoyo.

Empecé a usar un diccionario árabe / Inglés para entender el

texto árabe del Corán. Había sido engañado por los traduc-

tores de la Biblia toda mi vida, así que estaba muy escéptico

de la traducción de otra persona del Santo Corán. Mi objetivo

se volvió no sólo leer y escribir en árabe, sino también ser

capaz de entender y traducir el libro por mi cuenta. No tenía

instructor, pero tenía la determinación, la fe en el poder de

Dios, y la voluntad de tener éxito. Me gustaba pasar hasta 10

horas al día aprendiendo las palabras de Sura 2. Como me

familiaricé con las palabras, me gustaba aprender los versos

de memoria. Fue un proceso duro y largo que sin duda tuvo

su efecto en mí física, mental, emocional y espiritualmente.

A menudo me gustaba rezar a Alá para aligerar la carga de

mis estudios intensivos. Lo hice hasta que me encontré con

el verso en el que Alá dice a los creyentes que Él no le ha

impuesto ninguna dificultad sobre ellos en su religión (22:78).

Esto me levantó enormemente el ánimo y me dio la fuerza

para seguir adelante. Así, en los seis meses siguientes de haber

dado mi testimonio de fe, ya estaba enseñando árabe a los

principiantes. Al-Hamdulillah (Alabado sea Allah).

A medida que me hacía más consciente espiritualmente,

empecé a ver el verdadero valor del conocimiento islámico.

Se ha dicho en una tradición: “Busca el conocimiento, incluso

hasta tan lejos como China.” Por lo tanto, mi tarea inmediata

consistía adquirir la totalidad del conocimiento islámico que

pudiera obtener a través de mis recursos limitados. Empecé a

estudiar los libros de Hadiz. Me familiaricé con los diferentes

autores de los principales libros canónicos de las tradiciones.

Luego, me fui en busca de una comprensión más profun-

da y mejor de los fundamentos de la fe. Me esforcé para

reconocer los significados espirituales de los actos físicos de

culto que realizamos todos los días. También me dediqué a

la ciencia de la exégesis coránica. Estudié las obras de Kathir

Jafar As-Saddiq con el fin de obtener una comprensión más

profunda de las diferentes escuelas.

Luego dirigí mi atención a la historia del Islam, mientras

trataba de no limitarme a un solo autor o escuela de pens-

amiento en particular. He leído las obras de Ibn Atheer, Mu-

hammad Hykal, al-Ameen al-Amilee, Ameer Ali. Cuanto más

he aprendido acerca de la “edad de oro” de la historia del

Islam, más creció mi fe en el futuro de la humanidad. Alá, el

Altísimo, nos dice en su libro que hay que reflexionar sobre

las generaciones que pasaron delante de nosotros. Mediante

el estudio de las acciones de la Ummah (nación islámica) del

pasado, vemos lo que la sinceridad de la fe y la dependencia

de Dios pueden lograr. Del mismo modo, me di cuenta de

lo que puede hacer la desunión con la Ummah. El odio y los

rencores pueden destruir la unidad de los musulmanes. Con

este conocimiento, que luego traté de inspirar a otros a abrir

sus mentes a la verdad y a abrazar el Islam de todo corazón,

sin ningún tipo de reservas.

Poco después, me pidieron que empezara a dar conferencias

en nuestros servicios de enseñanza. Traté de permanecer

lejos de los temas frívolos y los debates con el fin de dar una

visión clara y correcta del Islam. Mi objetivo era establecer

los conceptos básicos y mantenerme alejado de las difer-

entes ideologías y fraccionamientos. Una vez que empecé a

hablar, Dios me abrió muchas puertas del conocimiento y la

comprensión. Todavía siguió centrándome en perfeccionar

mis conocimientos de la lengua árabe y las ciencias islámicas.

En julio de 1999, fui trasladado a la Unidad de Beto en

Palestine, Texas para asistir a otra universidad. Mientras me

acomodaba, empecé a enseñar árabe, una vez más, pero esta

vez en el nivel avanzado. El capellán islámico regional, imán

Abdullah Rasheed, me pidió que participara en el manejo de

los asuntos islámicos, por lo que fui nombrado para el Majlis

Al-Shura (consejo de toma de decisiones) y actué como tal

durante dos años. La experiencia y el conocimiento que he

adquirido trabajando bajo Imán Rasheed y su sucesor, el imán

Omar Rakeeb, me ayudaron a crecer no sólo mentalmente,

sino que también me hicieron consciente de mi deber moral

como musulmán. El 17 de junio de 2003, fui puesto en lib-

ertad después de casi 13 años de encarcelamiento. Aunque

algunos dicen que mi tiempo en la cárcel era una pérdida

de vida y de potencial, miro hacia atrás y veo en ella una

bendición de Dios Misericordioso. Solía preguntarme a mí

mismo, y esto era algo que me molestaba todo el tiempo hasta

que leí en la Sura 64, versículo 11 “¿Qué hubiera pasado si

nunca hubiera llegado a la cárcel?”: “Ninguna aflicción se

produce, sin el permiso de Alá; y todo el que crea en Alá, Él

le guiará correctamente su corazón; Alá es omnisciente de

todas las cosas”.

Esto me ayudó a entender que mi ida a prisión era sólo un

ensayo de Alá. Me ayudó a reconocer mi error y a enmendar

mi vida. Y mientras perdí una parte de la vida de este mun-

do, insha ‘Allah (si Dios quiere) me gané una porción mucho

mayor de la otra vida.